Las siete reglas de Paracelso.
Dedicado a todos los que trabajamos el Reiki, ayudando a la humanidad.
1º Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un habito que debes a tu propia dignidad.
2º Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza.
Huir como de la peste de toda
ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras,
indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de
entendimientos o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u
ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata
de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu
destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.
3º Haz todo el bien posible.
Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades
por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo
sentimentalismo.
4º Hay que olvidar toda ofensa, más aun: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en sí, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.
4º Hay que olvidar toda ofensa, más aun: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en sí, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.
5º Debes recogerte todos los días
en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más
cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto
fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con
las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen
ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una
existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos
victoriosamente por una voz interior que te guiara en tales instantes de
silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.
6º Debes guardar absoluto
silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerse, como si hubieras hecho
juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto
pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. Por un largo tiempo al
menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma
importancia.
7º Jamás temas a los hombres ni
te inspire sobresalto el DIA mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te
saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos
poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que
pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo.
El miedo y
desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las
malas influencias y con ellas el desastre. Si estudias atentamente a las
personas de buena suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las
reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que
no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes
que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha;
Puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para
ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por
otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo
verdadero nombre es el egoísmo. Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos;
huye tanto de la humildad como de la vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas
y la vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos: pecado mortal contra el
Espíritu Santo.
Tomado de la Pagina del Grupo Siron
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